21/2/12

Camino

    Avanzaba. Avanzaba sin ganas, pero avanzaba. Aunque a su alrededor el paisaje mantenía el mismo tono lúgubre al que ya se había acostumbrado no cesaba de dar nuevos pasos, con la certeza de que eran pasos inútiles, que sólo le internaban más en la oscuridad.

    A su alrededor, cenizas de lo que antes era un bello incendio que había iluminado el camino durante los últimos momentos. No obstante, ahora yacían inertes en el suelo, levantándose unos pocos metros del piso de vez en cuando para después volver a caer, resultado de una ráfaga de viento cuya existencia parecía cuestionable poco después de que soplara.

    Aún así, seguía internándose en aquel espacio en el que todos los signos de vida se pudrían lentamente, como por efecto de una fuerza malévola, cuando era obvio que sólo la naturaleza en su inmensidad e inevitabilidad había causado esa extinción masiva.

    El final de su camino, incierto, no era ni mucho menos vislumbrable desde la posición en la que se encontraba. Resignado a pararse o darse por vencido, el iluso pretendía alcanzar su destino, sin saber que no sabía cual era. Pronto el yugo de las circunstancias empujado por el continuo fluir del tiempo pusieron su marca en el viaje del caminante que, sabiendo que podía considerarse como lo más sensato la opción del cese de una lucha que no tenía sentido ganar, se abandonó a cualquiera que fuera la suerte que le esperara, habiendo tomado la determinación de no hacer nada para impedir cualquier inconveniente o daño que se le presentara. Pero nada pasó, los animales salvajes no mostraban especial interés en él y su entorno permanecía tan silencioso como siempre, sin mostrar ninguna señal de haber estado esperando la rendición de la supuesta presa.

    Esto desesperó al caminante, que comprobó la inutilidad de la lucha y la imposibilidad de modificar factores ajenos a él con su mera voluntad. De ahí en adelante, se viene dedicando a vagar por el páramo y, desde su situación actual, sólo parece cuestión de tiempo que desfallezca por hastío y todo se torne inerte, quedando libre de la atmósfera tenebrosa que oprime sus pocos sentimientos positivos.

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