9/10/14

A veces

A veces me paro en las avenidas,
plagadas de bichos frenéticos,
y miro a la primera persona que pasa a la pupila.

Y allí esa piedra apagada
el no soy persona
el amor no
el como si nunca fui humano.

A veces me paro a sentir el viento
siento tus ojos tus oídos tu nadie más que yo
te derramas como aceite usado
y ese puño apretado con el que te impides demostrar amor.

A veces esa tristeza que me (te) inunda
por ese hueco tuyo donde la emocionalidad
pero escoria fría y negra ocupando hueco
tras el cataclismo.

Me pregunto por qué no amas
me amas
o simplemente 
por qué te resignas a esa buhardilla oscura
en que gritas
un niño pequeño grita
qué me queda si sacas el amor de aquí.

11/1/14

De la vida

Es una tarde de sábado, de estas en que uno reflexiona sobre el rumbo de su vida cuando no está estudiando, cosas de la preparación de los exámenes.

Miro la estrella que preside mi juego de llaves, a un lateral del escritorio, y pienso que quizás sea mi forma de decirle al mundo todo lo que los convencionalismos sociales no permiten cara a cara. Que amo a cada persona con la que me cruzo por la calle, mientras no demuestre que resulta mejor no amarla; que sufro cuando alguien sufre y que la empatía y la sensibilidad son el mayor de mis dones a la vez que mis principales fuentes de sufrimiento.

Siento cada uno de los momentos en que las emociones no afloran, en que dos personas se miran a los ojos y se descubren reticentes a hablar de lo único que verdaderamente les importa: sus sentimientos. Y son conscientes de que los dos lo saben, siendo partícipes de una especie de complicidad autodestructiva que, lastimosamente, sepulta sus esencias bajo un espeso manto de silencio.

Me hago consciente de la superficialidad aprendida que corrompe nuestras relaciones con las personas que, más o menos secretamente, ocupan un hueco en nuestra alma. Cobra sentido la expresión de que vivimos en una era de terror porque nos han enseñado a odiar y no a amar. Cada persona un islote, aunque algunas veces más cercano que otras.

No se qué sentir cuando siento mi sentimentalidad desbordarse, esparcirse como aceite suave por cada poro de mi alma.

Alzo el corazón y vuelvo al mundo exterior, mientras afuera las personas en la calle caminan como felices en sus burbujas impenetrables de secretos íntimos. Sólo queda dejar a un lado las emociones y volver a la estupidez que dicta el libro de texto, que habla de guerras y miseria -con una frialdad que un psicópata envidiaría- pero no de cómo se sintió la gente que las vivía. Triste representante del paradigma vital en que vivimos, aunque uno que no depende más que del crédito que le demos. Por eso me digo que solo la luz puede sacarnos de la oscuridad y me nombro eslabón roto de la cadena de la indiferencia emocional. Me propongo sacar a la gente de sus caparazones y hacer, al menos, de mi parcela vital un espacio más humano.

Es un ratito de entelequia en esta tarde de estudio de sábado.

Gambito de calidad

Tú vales más que el resto [Tu corazón es el puerto]. Nos obligaron a elegir entre tu sudor y sangre y yo dejaría todo colgando por...