30/9/12

Fogonazo

Quién pudiera tener un pedacito de esperanza.

Te descubro por oposición en mis negruras.
No sólo a ti, sino a todos los perfumes de mis dudas.
La vida se tambalea, y su sombra exhibe muerte;
no quisiera tenerlo presente cuando puedas verme.
Si la angustia es leitmotiv de la subsistencia
no quisiera subsistir alimentándome de angustia.
Una rosa mustia ya es suficiente
para recordarme la tragedia de lo inerte.
Y qué no va a serlo.
Me cuesta creerlo.

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Estás abstraido un día en la rutina de escudriñar la negrura. Las sombras siguen todas en su sitio, preguntas hasta cuando y pasas a su lado, con cuidado de no tocarlas. Te hacen muecas insoportables y luego se sitúan en sus rincones, relajadas pero con la mirada clavada en tu alma. Preguntas hasta cuando y las saludas amistosamente.

En esto que aparece un espectro en la lejanía. Llama la atención, pero no deja de ser un espectro y lo dejas estar. Viene en tu dirección, así que agachas la cabeza y te cubres con la coraza, no vaya a ser uno de esos que pretende unirse a tu grupo de sombras. Te sobresaltas cuando te habla.

Parece tener bien entrenado el canto de sirena, así que te dejas engatusar un poco. Por qué no soñar un rato, si ya no te queda sangre que derramar cuando el reflejo se destroce en tu carótida.

 Su voz sigue tersa y melodiosa, pero analizando al espectro parece que no tiene cola de pez. Te preguntas si no es mejor usarla como base de reparaciones: romperte encima sin que se dé cuenta para tratar de repararte sobre el apoyo que te brinda. Te tildas de ingenuo y lo dejas por utópico, pero sí que tomas algo de la miel que destilan sus palabras para darte un ligero atracón, quién sabe cuando será el próximo. Sorpresa, no estás acostumbrado a ese tipo de banquetes y hasta algo tan simple y cotidiano como comer te supone un serio problema. Le haces sitio junto al resto y le das tu firma para que pueda embriagarte.

El espectro finalmente se va, cansado de recibir sólo la mitad de las respuestas y encima llenas de palabras incoherentes y torpes como los primeros pasos de un niño, el tanteo de aquél que se ha quedado ciego hace poco y tiene que aprender a moverse, pero no ha nacido para ver con las manos y es un discapacitado con mucho menos talento que los ciegos de nacimiento, que además tienen más entrenamiento. Maldita sea, la luz que translucía se te ha quedado pegada a las retinas y has quedado deslumbrado para bastante tiempo. Si es que a todo se le puede sacar su parte mala.


No se si cifro lo que siento con metáforas porque es ahí donde está la gracia o porque no puedo soportar la vulnerabilidad de no hacerlo.

17/9/12

Óxido

Eras electricidad pero ahora el cable.
Flácido, lánguido en el suelo
Sin nada dentro de tí
En un permanente duelo
Sin nada que compartir
Sólo caucho despreciable.

Te arrastras por la suciedad
Te dueles por las pisadas
Les miras pero no te miran
Para ellos no eres ni nada
Simplemente no eres
Tampoco para ti mismo
Ahora que ya no sirves,
ahora porque no puedes,
Porque, perdido y triste,
Te descubres no apto
(¿acaso lo fuiste?)
Y sollozas en silencio
Abrumado por el rapto de tu pasado pecio,
en el que hoy sólo hay desechos.

No pagas el precio
que Caronte exige para no llevarte
porque no hay dinero
y el frío terminó por congelarte.

4/9/12

Ciudad autómata


   José salía de la oficina tras otro día de trabajo. Se había acostumbrado ya a los conflictos laborales y al sin sentido de dedicar sus esfuerzos a enriquecer a un consejo de accionistas, pero aun así la desidia hería su sensibilidad día tras día, por muy vapuleada que estuviera ya.

   La polución teñía la ciudad de un gris que parecía reflejar el ánimo de sus habitantes, a menudo reducidos a marionetas del sistema. José pensaba en ello a medida que caminaba de regreso a casa, a la vez que se cuestionaba si no era su mente la que omitía el colorido del entorno. Desearía tener preocupaciones mayores en las que pensar, pero la estabilidad personal que tanto le habia costado alcanzar lo estaba consumiendo poco a poco, como un cigarrillo se deshace en los labios de quien lo maneja.

   De pronto se descubre plantado ante el portal de su piso. Del bajo sale un ruido de platos chocando que le hace sentir una ternura infinita por su esposa, consciente de que siempre ha estado para cuidarlo y endulzar un poco su vida. Lástima que su forma de ser, optimista irracional, nunca haya llegado a ofrecer la plenitud que José necesitaba para paliar un poco la angustia de su vacío.

   Al entrar en casa su esposa y sus hijos lo saludan, cada uno a su manera, de lo que da fe la mancha de cera verde que ahora adorna la blancura antes impoluta de la camisa de José. La sonrisa de la hija se ve reflejada en la cara de su padre casi involuntariamente, mientras éste le desea en sus adentros una mentalidad tan positiva como la de su madre.

   Hace calor, pero una corriente de aire frío refresca el salón. José localiza la fuente y se adentra en el balcón de su cuarto piso. Se asoma a la barandilla y la sordidez de los edificios de la ciudad penetra en sus ojos sin piedad. Piensa en la de gente infeliz que deben albergar todos esos ladrillos, la de vidas de preparación y esfuerzo hasta la extenuación que se habrán dedicado a ir pagando las hipotecas que, como a él, habrán perseguido a sus titulares desde la sombra durante años y años. Su mente rezuma ansiedad por cada inocente que se habrá extinguido preso del sistema.

   Entonces, sin haberlo planeado, salta al vacío.

Gambito de calidad

Tú vales más que el resto [Tu corazón es el puerto]. Nos obligaron a elegir entre tu sudor y sangre y yo dejaría todo colgando por...