Yo te gustaba
como a quien gusta un cepillo de dientes,
un broche, una tana.
Era una opción,
la salida a tu mundo de nada.
Yo era arena derramándome entre tus manos
y tu pureza
la de un río contaminado.
Ahora queda sólo el shock,
el llanto, la fuerza,
tu violencia y su inercia
en mi mundo nuevo.
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