21/10/12

Viento de metralla

Cada persona es una daga en potencia,
una risa jocosa que hiere
con cada sentimiento que desprecian.
Cada mirada desdeñosa te duele,
cada pétalo de rosa
que arrancado con cara de asco muere.
Todo aliento que vomitan los mortales
tiene una pequeña carga de veneno,
una granada que hace que estalles.
Una falta de respeto manifiesta,
otro golpe y nueva muesca
una sorna que acogota tu talle.

Es inútil buscar excepciones.
Tarde o temprano casi todo
es una piraña perdida que te come
las entrañas y la esperanza
que tu entorno (o eso quiere) te impone.
Una luz que te molesta en la noche,
un borracho que te grita desde el coche.
Pero siempre desidia, desdén
y despreocupación antipática:
una obsesión por no cuidar del ajeno
y una bordería extrema y estática.
Una sombra que te muestra la tiniebla,
una orgía de empatías en quiebra
que apuñalan tu inocencia
mientras tu alma oculta tiembla
con lágrimas de miedo entre la niebla
por el odio que la gente no desecha
y deseando que su magia no se pierda.

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