16/10/12

Placer puro

A veces la potencialidad puede ser suficiente. Me explico.

Uno tiene unas necesidades, o simplemente un deseo que le apetecería cumplir. Si te crees capaz de alcanzarlo, el mero hecho de saber que se posará en tu mano en cuanto extiendas el brazo puede producirte una sensación incluso más reconfortante que la propia consecución del anhelo.

Ese saberte poderoso, ser consciente de que tienes el control sobre algo tan importante para ti como lo que deseas; regocijarte en la posibilidad, que se alza sobre ti con una mirada cómplice... Es placer en su estado más puro, mantiene la perfección del deseo (que todavía no has gastado) y te permite idealizarlo a voluntad, moldearlo con una plastilina cálida e íntima y embriagarte de regocijo ante lo que podrías conseguir en cuanto lo dispusieras. Se crea incluso un círculo vicioso: cuanto más jugueteas con la posibilidad más te corre el placer por las venas y más ganas tienes de continuar idealizando hasta el infinito, en una espiral de disfrute orgásmico que por sí misma es suficiente para mantenerte en las nubes del éxtasis mental.

Es la mentalidad del típico soñador aderezada con un poco de autoestima y confianza en las propias capacidades. Tiene la ventaja de que, como el resto de ideas pseudooptimistas, se puede alcanzar engañándose a uno mismo, con el placebo más poderoso que existe que son las propias convicciones infundadas.

Vivir estremeciéndose de posibilidad.
Quizá una forma pura de felicidad.

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