5/3/13

Abrasión

El roce de un dedo deslizándose por tu costado.

Cuando lo más cercano que tienes a eso son las lagrimas humedeciendo tu rostro. Si la impaciencia fuera visible el color de mi piel rozaría el rojo.

Mi sangre es un manantial bullendo a una temperatura que me destroza las venas. Mi vida es una sucesión de desayuno, comida, merienda y cena.

Fuego es lo que me abrasa los dedos cuando escribo esto. Fuego es lo que consume mi alma desde que me levanto hasta que me acuesto.

No hay nada fuera del ruido sobrehumano que me desgarra los oídos. Mi mente es una sucesión de explosiones que rebotan en las páredes del cráneo sin lograr salir afuera e inspirar una calada de aire fresco y puro, arrasando una frágil masa encefálica que se astilla y se despedaza como una temblorosa lámina de cristal.

Mis piernas se doblan, les fallan las fuerzas; como si no hubiera probado bocado en dos días y tuviera que sostener una piedra enorme sobre mi cabeza.

Acaso es tanto una sonrisa cómplice que te derrita con su ternura. La vida no es dura; sólo es gris, horrorosa y oscura. Una maldita nube de humo negro y tóxico que pudre tus pulmones antes de que tengas tiempo de pedir perdón por haber respirado.

El suelo es un charco enorme de sangre de un rojo intenso mareante. Su viscosidad impregna tus pies desnudos e indefensos, sintiéndose como si una masa grumosa y cárgada de visceras quisiera infiltrarse por sus poros.

La piel se te desgarra a tiras haciéndote sufrir como si un puñal mellado se arrastrara con fuerza sobre tu estómago.

El ácido corroe tus ojos y tu aparato digestivo, a menos que haya alguien que te diga que no es nada y te mantenga mientras vivo.

1 comentario:

  1. Este texto es complejo de entender; al menos supongo que lo será para aquellos que nunca han experimentado sensaciones semejantes. A mí, sin embargo, me corroen a menudo esas emociones.
    Esa monotonía en la que la vida nos sume, viéndola pasar sin encontrarle sentido, sin que realmente nada nos importe. Y cuando vemos situaciones injustas a nuestro alrededor, simplemente desviamos la mirada y nos preguntamos por qué seguimos aquí.
    A veces, incluso siento la culpabilidad como una roca sobre mi espalda por pensar tanto en mí mismo y tan poco en los demás. Pero lo cierto es que a nadie le importa lo que haga.
    Porque nada cambia. La vida sigue vacía, sin un significado, sin una motivación que nos haga aferrarnos a ella.
    P.D. Me ha encantado.

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