De nuevo aquí, mordiendo los tallos tiernos del amanecer. Aguardando el ocaso, como quien se sumerge en la exaltación de la velocidad.
La tinta cubre mis músculos bajo el cielo negro de las vanalidades. El sonido de la espera es agrio y metálico.
Sólo la desposesión sobre las manos abiertas. Miradas al horizonte, a veces vellos de punta.
Vueltas en círculo mientras la sala de espera. Sonrisas ácidas y miradas vacías.
Sólo amargura esperando a que se apague la luz.
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