14/1/13

Bilis destemplada

El cielo se refleja en las pupilas de lo indefinido.
Solo la caída aguarda fuera del nido.

Eres el bufón de cuatro paredes,
siempre cuatro y un techo que impide que te eleves.
Gárgaras de tiniebla para sanar tu locura.

El mundo está hecho,
a puntadas de sufrimiento y desesperación.
La cera de colores llega a su fin,
pero el negro siempre prevalece y todo lo cubre.

El negro se esconde en la sonrisa de quien te odia,
en el agua putrefacta que encharca tu noria.
El negro no es temporal, el negro es historia
y las cenizas de tu mundo su dedicatoria.
La mueca de lo absurdo es la gloria
-el uniforme que todo lo iguala y lo agobia-
de lo que nunca aspiró a recibir tu desprecio.
Los infartos se resquebrajan como cataclismos
rajando el precio de la carcajada del abismo.

Tu camino es lodo pestilente y mugriento
entre arcenes de leche cortada,
entre gentes de cara marcada,
de bilis ensangrentada como aliento.

Lo triste no es más que lo cierto
en el cementerio-discoteca de la vida
donde se obliga a arrastrarse a los muertos.

La nada se presenta, siempre ha sido tu tenia.
El vacío que enarbola es lúgubre, funesto.
El ataud que te prepara es demoníaco, perfecto;
sus astillas sufrirán tu esquizofrenia
clavadas en tu estómago sangrante,
hundido en una crisis como las de antes.

Tú con los huesos de la mandíbula astillados
sin amor, sin dolor, sin hado;
vomitando vísceras en coágulos helados,
masturbándote a lo sado.

Vacía tu alianza de esperanza
de almas puras, de ilusiones, de carnaza;
nada más que sanguijuelas explotadas contra el suelo.
Crisis, psicosis sin consuelo.

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