24/7/12

Excéntrico

Las agujas del reloj me apuñalan a cada avance.
No hay antídoto a su veneno,
y si lo hay no lo quiero.
Ya no soy tan imbécil como lo era antes,
por mucho que acuse ese peso.
Ni las gracias a la vida
que te da lo que te quita,
agazapada en una esquina,
esperando a ver si te confías,
a que bajes la guardia.
A que te expongas y olvides lo que suele pasar.

Mirando a la gente cercana como a pesos muertos.
Sintiéndome mal cada vez que algo les cuento
por el daño incierto de mi pesimismo,
por el desaliento que exhalo a cada momento.
Sobrándome yo mismo
no para seguir adelante,
sino para acabar deprimidísimo
por suerte sin nadie a quien importarle
y con el cielo como único anhelo.

Cada día es otra página de mi epílogo
carente de diálogo
más que con yo y con mí sólo.
Sin dogmas ni decálogos,
esquivando a los pájaros
que no huelen mi carroña no se sabe por qué.
Rubricando el final de mi libro
aun sin atreverme a descorrer el visillo
y confirmar cuanto me queda por leer.

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